lunes, 12 de octubre de 2009

me extrañabas

Hay un cuento intrépido que escribí una vez. Hablaba de miedos audaces, soledades cortejadas, ilusiones desesperanzadas y lágrimas escurridas. Repiqueteaba como una melodía desafinada que se sumergía, se alzaba y se desplomaba en una sola nota. Era parecido a cuando en el otoño entre tantas hojas secas con galantería encontrás una flor perdida de pétalos desaliñados. Resultaba casi homólogo a cuando por poco alguien remoto lejanamente se ciñe, te envuelve y se convierte en una parte lindante tuya que no podes ahuyentar. Sinceramente, hablaba del sentimiento más opaco y deslucido de todos que se aviva en relámpago. Si hubiese sido un cuadro, sería lo más próximo a aquellas pinturas combativas de razonar, que tienen tanto que decir que al final no dicen nada. Casi idéntico a citar a un desconocido, hacer alusión a lo que no se probó, a desterrar a lo que no se añora. Pero ahora soy mucho más sencilla, o me esmero menos.